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¿marxismo liberal o liberalismo marxista?

Durante la campaña electoral del pasado invierno en España, el Partido Popular vendió como su principal producto el excelente resultado de su política económica. Y, sin embargo, perdió las elecciones. Muchos, en el citado partido y en sus extensiones mediáticas, como Federico Jiménez Losantos (sí, ya lo sé... no puedo evitarlo), siguen sin ver la realidad: millones de ciudadanos no votaron con la cabeza puesta en el bolsillo, sino guiados por consideraciones de tipo político (en el más amplio sentido del término) y moral.

Atribuir a la economía y su evolución un poder sanador de toda carencia de otro tipo es error común en las dictaduras; y ese poder no debe serlo tanto cuando los pueblos, en cuanto tienen la oportunidad de elegir, huyen de ellas (con los votos o con los pies).

En su vilipendiado El fin de la historia y el último hombre (y hablo de memoria), Francis Fukuyama relaciona la caída de las dictaduras de la Europa del Este con el afán de reconocimiento de la personalidad civil de los ciudadanos, relacionando este afán con el thymos platónico. Quizá ese mismo afán de reconocimiento haya operado en las elecciones generales españolas.

La caída del "socialismo real" y del aznarismo serían, entonces, procesos paralelos. Y la promesa de Zapatero de escuchar a los ciudadanos se presenta como una exigencia que éstos no olvidarán (olvidaremos).

Cuestiones que quizá algún día desarrolle:

1) ¿Por qué todo el mundo se burló de Fukuyama? Sobre todo, teniendo en cuenta que la mayoría de las críticas demuestran que el emitente no ha leído este libro.

2) Otros mecanismos de intento de legitimación en las dictaduras: el castillo de naipes del Estado de derecho franquista (y la bola de plomo de la capacidad suprema del dictador).

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